lunes, 19 de junio de 2017

Yajaira: 20 Años

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 26 de mayo del 2016.)

Cuando llegué a Chile, hace catorce meses, tenía entre ceja y ceja tres nombres indispensables: Shogún, Yajaira y Congelador. Conseguir la mayor cantidad de material posible relacionado era, ciertamente, uno de los objetivos de mi viaje. Verdad que mucho de ello está disponible en Internet, pero yo siempre le doy preferencia al formato físico por encima del MP3: no sólo debido al booklet y a la info contenida allí, sino también por apoyar a los grupos latinoamericanos. El Destino tuvo otro parecer: de Congelador, no encontré nunca nada. Y de Shogún, apenas el doble que comenté en días ya idos, La Rata (2004).

El caso de Yajaira es igual al de los anteriores, aunque las circunstancias fueron distintas. El día anterior a mi regreso pude ganarme con el directo que celebraba sus 20 años de existencia, en El Bar De René. Para la ocasión los triates dispusieron una mesa donde podían adquirirse sus trabajos, amén  de  los  de  Hielo Negro, banda hermana  magallánica  casi  tan longeva como los propios Yajaira -faltó, sin embargo, muestrear a los sorprendentes teloneros, Vago Sagrado. Para esas fechas, no obstante, mucha de la bolsa de viaje ya había sido invertida; así que sólo tuve opción a compra de un disco. Los albums de Yajaira los he descargado poco a poco desde Internet, lo que me decidió por el disco recopilatorio de rigor orquestado para abrillantar el aniversario: 20 Años (2016).

Hablar de esta rodaja lumínica implica, por fuerza, referirse menos al menú seleccionado -al que los fans siempre le encontrarán reparos- que a la trayectoria de Yajaira. Una banda que nace a fines de 1995, de las cenizas de Jusolis, y que estuvo integrada durante los primeros años por el baterista Sebastián Arce (Pánico), el guitarrista Samuel Maquieira y el bajista/vocalista Miguel Montenegro a.k.a. “Comegato” -cuya presencia incorpora al grupo a la saga de proyectos descendientes en mayor o menor grado de los míticos Supersordo. Hoy, con el reemplazo de Héctor Latapiat en bombo y baquetas desde fines del 2002, la terna continúa su ya dilatada carrera tras el paréntesis de 4 años (acaecido entre el 2006 y el 2010).

Recibí más de una lección aquella noche de sábado en Santiago. No sólo lo digo porque lo del portaestandarte del stoner chileno fue apabullante: la feroz gravidez y áspera iracundia de sus composiciones no devenían en canciones aburridas e inanes, sino en mazazos de rock enloquecedoramente enérgico, producto de un elemento catalizador decisivo -el punk. Lo digo también por la actitud respetuosa del público chileno para con el prójimo. Ya me lo había advertido Claudia Trejos: cuando le dije que quería meterme en medio de la concurrencia para entrarle al slam o al pogo, me miró como si no supiera de qué le estaba hablando, asegurándome que “la gente acá, en tocatas de este tipo, es tranquila”. “Ver para creer”, dije yo. Y creí: apenas empuñó Yajaira los instrumentos, el headbanging se hizo viral, pero cada asistente guardaba su distancia para no incordiar al de al lado. Es más, en medio del público se distinguía nítidamente un camino vacío que llevaba hasta el baño, en caso alguien necesitara usarlo. Me quedé gratamente sorprendido por esta experiencia, pensando además cuánto de este sentido común para con el otro nos falta en el Perú, donde todos se apretujan contra todos quiéralo uno o no.

La sorpresa se eclipsó con prontitud ante el airado mäelstrom casi feral de stoner doom que bajó desde la palestra. Pese a los lustros recorridos, aún puede rastrearse en los lives del trío ese feeling rocker improvisacional al que apelaban en sus inicios, hoy convertido en una red de conexiones telepáticas. Maridando metal, space rock, psicodelia sesentera, punk; Yajaira desplegó sobre el respetable un repertorio en líneas generales equivalente al prodigado en el 20 Años. Las atmósferas lisérgicas y opresivas se sucedieron dinamizadas por ese género cosecha 77 al que generaciones enteras le debemos todo, y la Realidad comenzó a agrietarse...

Lamentablemente, no pude quedarme hasta el final de la presentación. El sábado había sido agotador, y Claudia ya estaba quemando petróleo para acompañarme a la distancia. No correspondía sino regresar a la base de operaciones para reparar fuerzas -pues el día siguiente, último de mi estadía en Chile, aún tenía que aprovecharse al máximo. Con todo, haber estado en un concierto del terceto fue una vivencia sin parangón. Qué Natas ni ocho cuartos, carajo: Yajaira le hace la cagada a todos sus pares latinoamericanos. Un grupo chileno de talla mundial -y ya van...


Hákim de Merv

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