jueves, 15 de junio de 2017

"...A Trasmano De Las Demás Tierras, Tanto De Las Reales Como Del País De Los Sueños": Relatos Oníricos (I)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de febrero del 2014.)

Es la primera vez que hablo de mis sueños en un blog -así que trataré de no hacer el ridículo (sólo trataré, por siaca).

A lo largo de mi vida, he tenido conversaciones al respecto, claro, y es justamente ello lo que me lleva a afirmar que deben haber poquísimas personas en el mundo que tienen sueños parecidos a los míos. Digo, no soy muy creativo durante la vigilia: tengo muy poca empatía con la poesía, apenas el don literario que me ha sido dado alcanza para el ensayo, y si paso piola es por mi educación y por mi buenísima memoria.

Pero debo tener un subconsciente que sería la envidia de DJ Shadow​. Allí, he estado en manifestaciones en el interior del país al lado de Bob Esponja (...). Me he hundido en arenas movedizas e insólitamente lo he disfrutado (¿¿¿???). He sentido, más que visto, una presencia amenazante en casa, mientras las bombillas parpadeaban (¡¡¡!!!). He mirado, desde la antigua azotea de mi casa, hacia las islas San Jorge y San Lorenzo, y en lugar de aquellas ínsulas he visto una pétrea meseta inconmensurablemente descomunal (y me ha tocado el temor a lo crasamente infinito). Mis sueños son tan pero tan quemados, que escasas son las veces que no he sido consciente de que estoy soñando... Huelga decir que Akira Kurosawa's Dreams (1990) la manyé a la primera.

Cada cierto tiempo, sin embargo, tengo sueños razonablemente coherentes. El último que he tenido me vino hace cinco calendarios, más o menos -y es probable que haya sido el más estructurado de los que alguna vez he tenido o vaya a tener. Curiosamente lo recuerdo como si hubiese sido ayer, hasta  en  sus  más mínimos detalles. En  este  sueño,  yo  era  joven  otra vez -bueno, apenas post adolescente: 18 años o algo así-. Estaba en la universidad, que tenía todas las trazas de ser la Caótica, pero que yo sabía en el sueño que en realidad no lo era -porque siempre que sueño que vuelvo a la PUCP, ese sueño es invariablemente una pesadilla (ja). En fin, que estaba en un edificio que era a un tiempo una biblioteca, una hemeroteca, una sala audiovisual y un comedor. Recuerdo algunas conversaciones con gente de la que no guardo recuerdo consciente: hablábamos de literatura, del Aviador Dro​, del cine de Buñuel... Lo alucinante era que el sueño tenía la textura de un film de John Hughes, tal vez situado en unos 80s atemporales. Quizá me dirán que es bien difícil que una experiencia onírica tenga ese grado de meticulosidad ambiental, pero hubo una circunstancia -o más bien un punto de inflexión- que confirma este barniz ilusorio.

Revisando anaqueles en el edificio, mientras sonaba Modern English a través de unos parlantes invisibles, me topé con una chica que sí he visto antes: Ally Sheedy. Era la weirda que aparece en The Breakfast Club (1985)​, sólo que su look era el de St. Elmo's Fire (mismo año, dirigida por el harto irregular Joel Schumacher). Fue mirarla y caer flechado: quiero decir, realmente flechado, como hace lustros no me había sentido enamorado, ni en la vigilia ni en el sueño. El romance fue elusivo al principio: miradas cómplices, susurros... Mezclándose con esta etapa de flirteo, he recorrido el campus y he visto a gente que conozco: Julio Marchena​, Sebastián Pimentel​... Incluso mi amigo Jorge Buckingham​, que ha estudiado en la Richie, pero que no sé qué hacía allí. Todos nos hemos saludado afectuosamente, como los buenos amigos que somos.




Llego al desenlace inevitable. Por fin Ally -que, circunstancia inquietante, a veces se transfiguraba en otra actriz, Jennifer Jason Leigh- y yo nos declaramos nuestro amor. Decidimos irnos juntos de este lugar, pero antes debo despedirme de mi viejo, que estaba celebrando su cumpleaños en la zona del edificio que parecía una cafetería -ya lo ven, ni en el más coherente de mis alucines puedo evitar estos violentos exabruptos surrealistas. Termino de hacerlo y de repente suena una alarma de simulacro de quién diablos sabe qué. Todo el mundo se levanta, todo el mundo comienza a abandonar el recinto. Salgo lo más rápido que puedo, pero no encuentro a Ally. De pronto, el edificio del que he salido toma la forma real de la Facultad de Estudios Generales Letras de la PUFF, sólo que ahora sita en el espolón de La Punta. Comienzo a desesperarme buscando infructuosamente a Ally. Y entonces despierto.

Quizá la necesidad de ir al baño simplemente coincidió con el final del sueño. El hecho es que cuando he estado allí, he experimentado vivos deseos de echarme a llorar. La razón es sencilla, y ya la he enunciado antes: muy al margen de haber tenido un sueño de puta madre, con conversaciones cargadas de significancia, con amigos que quiero y con música que amo; en él he vuelto a estar enamorado como la primera vez. Sentir eso en un sueño, y luego despertar a la dura realidad, es una situación difícil de sobrellevar.

No hube de meditar mucho sobre este sueño para entender su significado. Estoy seguro de que, las más de las veces, mis sueños son DJ sets que se despacha mi subconsciente sin preocuparse mucho por ser consecuente. Pero en esta ocasión, el mensaje sonó fuerte y claro: “desahuévate ya, cojudo”. Y yo sé por qué me lo dijo...


Hákim de Merv

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