jueves, 28 de marzo de 2024

Cometa A La Deriva: Hoy Ya No Espero Más De Ti

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 20 de marzo de 2024.)

No descifro la intención, en la portada de su flamante debut, de seguirse mostrando Cometa A La Deriva como dúo. Es claro que desde un principio el proyecto fue concebido por tres personas, y actualmente se consolida como cuarteto. Alguien podría argüir que quizá Hoy Ya No Espero Más De Ti es producto del esfuerzo de dos de sus integrantes, pero no es el caso: a despecho de la (relativa) novedad del estreno, la existencia de CALD se remonta a épocas prepandémicas (concretamente al ‘18), cuando no se decidían aún entre los curiosos alias de La Pelota De Mi Perro y de Muerte Térmica.

Al amparo de LaFlor Records, Vanesa Angulo, Gustavo Ampuero y Leandro Padilla publican sus primeros singles virtuales. Éstos han sido repescados en Hoy Ya No Espero Más De Ti, cuya edición online fecha en septiembre del ‘23 (vía BandCamp propio), estando su edición física a la venta en cassette a través de Entes Anómicos a partir de febrero pasado. De cualquier forma, a pesar de los seis años andando juntos, es notorio que hablamos de sangre nueva proveniente de las escenas off-mainstream autóctonas -que, como ha sucedido frecuentemente entre sus pares tras el COVID-19, ha debido retrasar los planes grupales.

De apenas media hora de duración, este primer largo concreta una entusiasta circunnavegación sobre las aguas del indie y del pop del nuevo siglo, así como bajo las improntas del rock alternativo noventoso e incluso del new punk (aunque esto último casi ni se nota). Cometa A La Deriva se constriñe a la simpleza en las letras, a la sencillez en el latir del diapasón del bajo (ahora en manos de Mariano Saettone), a la llana espontaneidad en las baquetas. Éstas pueden marcar tanto medios tempos -la agradable prolijidad instrumental de “Luna Violeta”-, como auparse en trotes algo más acelerados -el fugaz acceso punk hacia el epílogo de “Galileo”, el encantador indie pedestre de “9:45” que se las ingenia para disponer de una sección en clave de bossa nova-, e incluso 4/4s perfectos en su imperfección de pie quebrado -“Rosé”, adelantado en la compilación Cualquiera Puede Hacer Esto (‘21), curada por LaFlor.

La asequibilidad y la naturalidad, entonces, se cuentan como características mayores de la música compuesta por el terceto. No menos importantes que éstas son las vocales de Angulo, quien siempre las modula a fin de acoplarse eficazmente al rango elegido para tal o cual número. Su color de voz puede parecer a algunos oídos un poco estrangulado, más que nada cuando lidia con desacostumbrados tonos extremos, aunque ello es susceptible de pulirse con la práctica. En última instancia, esa observación pasa a segundos planos cuando la síncopa se reduce considerablemente, circunstancia que menudea en el tramo final de la cinta.

Sin aplatanarse, CALD asoma más delectable cuando se acoge al formato de la power ballad. En “Hoy Ya No Puedo Esperar Más De Ti”, en “Tiempo Al Tiempo”, en “Tal Vez Así Es Mejor”; el trinomio Padilla-Angulo-Ampuero se ase del desencanto y del desconsuelo intrínsecos al indie, tejiendo introspectivos ambientes de pop lluvioso y gris que se llevan de plácemes con el intimismo acústico (“Tal Vez...”, de teclados en plan string) y que hasta logran mimetizarse con los Sundays más resignados (“Tiempo...”). Elemental, sobrio, en definitiva campechano pistoletazo de salida para la sociedad que hoy completa Saettone.

Hákim de Merv

jueves, 21 de marzo de 2024

Unidad 4: Atemporal

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de marzo de 2024.)

Unidad 4. Wow... Hace lustros que no pensaba en ese específico alias, que en mi mente se asocia a ciertos recuerdos no muy felices relacionados con la primera producción cajamarquina que llegó a Lima -por ende, la referencia más antigua que se conoce conectada al rock cajacho.

Eran los días en que existían tanto Caleta como su hermana menor Sub, y una breve reseña al respecto apareció en las páginas de esta última. Retrospectivamente, el comentario es demasiado indulgente: con un nombre como el suyo, nada sutil pero de todas maneras decidor, El Primer Compilatorio Con Grupos De Cajamarca (1998) me causó mucho curiosidad al primer golpe de vista. La maqueta presentaba en sociedad a cinco bandas oriundas del departamento ubicado en la sierra norte del país: 3º No. Club, Ruido Negro, Kaliko Y Los Kaliches (de accesos ska), Unidad 4 y Ácido Instinto. Afines al hardcore y al punk las cuatro primeras, más “british” la restante, no hay que pensárselo mucho al adivinar cuál de todas fue la que más llamó mi atención.

Pero el hándicap del demo no sólo era técnico, ya que la grabación había resultado espantosamente deficiente, sino que los esfuerzos de las alineaciones cajachas herederas de la flama ‘77 eran lamentables -cuando no patéticos. Abundantes en clichés, las letras se construyeron terriblemente mal, y la música en  líneas  generales  se  iba  derrumbando  sobre sí misma dese dentro; pese a la inspiración -no declarada- en el punk español y a las ganas que cada quien le echaba.

De esos cinco grupos, con el Tiempo me enteré de los debuts por cuenta propia de Ruido Negro y de Kaliko Y Los Kaliches. Ácido Instinto desapareció pronto, y su principal animador, Carlos Terán; siguió adelante, permaneciendo aún activo bajo el seudónimo de Gredel, que ha colado algunos temas en compilaciones pop limeñas. De todos ellos, Ruido Negro es el que más pronto dejó atrás su prehistoria punkoide y evolucionó labrándose una aceptable trayectoria en los predios del post punk inclinado al dark (por poco tiempo).

En cuanto a Unidad 4, ahora lo sé, su carrera se ha desarrollado tras el cambio de milenio pese a un andar entrecortado -dos largos y dos EPs entre el ‘03 y el ‘22. No les recordaba con mucho ahínco, ya que el panorámico antedicho no forma parte de mi meloteca (por obvias razones). Atemporal, sin embargo, me los trae de vuelta años-luz por delante de la pobrísima primera impresión con que me quedé de ellos. Y esto, sin modificar coordenadas.

Escuchando su producción anterior, me queda claro que los de Cajamarca nunca se han apartado del punk ni del hardcore, abordados ambos bajo un enfoque rigurosamente melódico. En canciones como “Regresar”, “Atrapados”, “Equis” y “Momentos”; juegan todas las cartas a la ortodoxia punkera de altas cotas de energía y de líricas, por apolíticas, bastante personales. Otro ejemplo es “Corazón”, ejecución en directo del surco con que cerrasen su largo del ‘07, Fuerza Para Seguir. Debido al golpe inalterable de la teba (responsabilidad de Herman Cubas), difícilmente las composiciones enumeradas pueden mutar hacia la variante hardcore, cosa que sí sucede -y viceversa- en “Ahora” y en la apertura “Calma”. Reticencia que no deja de extrañarme, ya que punk y hardcore son ramas de un mismo tallo, y en consecuencia asaz compatibles.

Por otra parte, en “Temor” -también del Fuerza...- y en “Refugio”, Unidad 4 se acomoda mejor sobre posiciones hardcoreanas de tempo acelerado sin diluir la melodiosidad antes suscrita. Con sencillez y naturalidad, el combo esculpe letras amenas de nivel más que aceptable para los normalmente chatos estándares de ambos géneros, no alcanzando la explosividad de su guitarrero output ni la virulencia del D-beat ni la denodada agresividad del crust punk. Diez temas que se miran en el espejo de BBs Paranoicos y de Ataque Zero, sin remordimientos ni paltas. Completan el line up ¿de toda la vida? Alan Grosso (guitarra), Aníbal Narro (bajo) y Héctor Pérez (voz).

Hákim de Merv

jueves, 14 de marzo de 2024

Bahía Mansa: Patagonia // Laktik: Astra

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de marzo de 2024.)

Retorna a esta palestra uno de los proyectos más cálidos y queridos que surgiese en los circuitos independientes mapochos afines a la experimentación sonora con posterioridad al cambio de siglo. Me refiero a Bahía Mansa, que tras el breve aperitivo de Atavismos (4/23) confeccionó en esa misma línea el mini-álbum Patagonia, estrenado en la recta final de diciembre pasado.

Una de las características que ha ribeteado los esfuerzos del alias de Iván Aguayo, acaso la más identitaria, es su singular conexión casi devocional con el Agua. A tenor del uso prácticamente exclusivo de instrumentación digital, la música de BM se las ha ingeniado para mantener un alto nivel de cohesión en su tersa duermevela, sin renunciar a lienzos que se dilataban tanto como sus propiedades hipnagógicas. Las cotas de ionización exhibidas en Botánica Del Olvido o Boyas + Monolitos manteníanse bajas a despecho de la emotividad que estas obras transmitían, y su capacidad reactiva era contenida por la líquida densidad de su estética ensoñadora.

Este rasgo distintivo se ve matizado en Patagonia. El sureño asevera que el principal combustible del trip es su interrelación con la Naturaleza en los viajes realizados a la Patagonia chilena, leitmotiv análogo al de Costa Documental (‘22). La fascinación por mares, océanos, ensenadas, glaciares; se sostiene en el mini-LP, sólo que en cantidades más mesuradas. “Aves Imaginarias”, por ejemplo, evoluciona en derredor de un minimal efecto de iterativo goteo tintineante. Algo similar ocurre con “Bocatoma”, donde la lluvia es más perceptible, entre texturas dub y ecos de reminiscencia precolombina.

Por contraste, “Efecto Rayleigh”, “Calafate” y “Muelles” son cifradas manifestaciones de un ambient que tiende a concretarse mejor al vagabundear sin la prisión que comporta la gravedad. En ese sentido, a estos surcos y a sus pares se les siente más próximos a un estado gaseoso que a uno líquido -los blips & clips de “Muelles”, el cardíaco latido de “Efecto...”. Producto de esta conjunción de elementos, la síntesis de Patagonia da vida a una pluviosa electrónica “easy-listening”, tanto por impresión acuosa como por falta de nitidez -lo último me faculta a mencionar la otra gran constante sonora devenida aliada de Bahía Mansa: la Baja Fidelidad.

El título cierra con un díptico que condensa los descubrimientos centrales de la interacción entre las diversas instancias que Aguayo cubiletea. Mientras que “Nodal” invisibiliza la síncopa gracias a atmósferas neblinosas atravesadas por arreglos muy bonitos de teclados/sintetizadores, “Nodal II” controla el géiser de ruido binario convirtiéndole en mullido colchón sobre el que contemplar sedantes paisajes de una irreal sublimidad. Aunque me siga gustando más la fase de Bahía Mansa en que se creaba a imagen y semejanza del H₂O, esta nueva etapa no deja de lucir, por distinta, menos prometedora.

Después de algún tiempo, revisito los bytes de Poxi Records, hogar de actos como Hablemos Del Alma, Estriba, Talismán y Laktik. El aluvión de combos independientes latinoamericanos aparecidos en el último lustro no me ha permitido darme espacio para revisar la nómina de esta interesante label santiaguina, y de a pocos son ya varios los calendarios que llevo sin acopiar noticias suyas.

Las cosas van muy bien para los principales animadores del catálogo, algunos de los cuales serán objeto de comentario más adelante. Por ahora, me limito a escribir sobre Laktik, que se tomó un prudencial sabático entre Isopropyl (‘20) y Magnetismos (‘22), siendo este último registro acreditado al seudónimo inexistente de Prácticas Magnéticas y subido efímeramente durante el año de la Pandemia. También es el cassette en el que Laktik comenzó a metamorfosearse: si antes el rollo del unipersonal de Lucas Soffia se alimentaba principalmente del synth pop, dosificándole hasta llegar a drásticos mínimos históricos, a partir de Magnetismos se patentiza un creciente interés por el ambient pop y por el vaporwave. Ambas variables, además, se llevan de maravillas con el perfil más asociado a la factoría Poxi -otra vez, el lo fi.

Liberado en enero, Astra se concibe dentro de la crisálida que construyera en torno suyo Magnetismos. En cortes como el excelente “Fantasía” (single adelantado a fines de octubre último con “Derrumbe” como lado B), “Cuerpo Sintético” o “Restricción Vehicular”, compruebo que el synth y variantes -synthwave, minimal synth- aún integran parte considerable de la retórica Laktik. Ésta, sin embargo, se halla inequívocamente enfilada hacia el ambient de pedestres espirales y cascadas, hacia el cromatismo glo fi consustancial al vaporwave. “Chant Down Babylon”, “Derrumbes”, “Hypnotizado” y “Techumbres” son elaboradas muestras de ese muzakcore nebuloso, de esa radiación infrarroja típica del género que llegó a la mayoría de edad de la mano de Macintosh Plus.

De otro lado, que en piezas como “Fantasía”, “Restricción Vehicular”, “Galáktica” y “Cuerpo Sintético” haya un mayor énfasis synth no las hace inmunes al influjo del omnipresente vaporwave. La bruma brillosa, el crepúsculo perenne, los ecos fantasmales de otros pasajes de la cinta, los empantanados tremores semiacústicos; acaban por darle homogeneidad a esta jornada -si la memoria no me falla, la primera en que Soffia se decide a coger el micro para ofrecernos las primeras canciones en el repertorio de Laktik, e igualmente las primeras veces en que utiliza sonidos vocálicos no sintagmáticos a guisa de fragmentos insertados en números netamente instrumentales.

Muy relevante experiencia del individualista austral. Parece quebrarle y esparcirle en varias dimensiones más o menos equivalentes entre sí, pero reunificarle también al hacerle vibrar a una misma intensidad, a un mismo toque de diana, en un mismo espacio.

Hákim de Merv

miércoles, 28 de febrero de 2024

Qoa Bock: QATQE // Inzul: Las Cosas Que Nunca Te Dije // Teresa Burga · Estructura Propuesta Sonido: Piezas Para Instalaciones Y Composiciones Con Notas Al Azar (1972​-​2017) // Paradigmas Frecuenciales II

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de febrero de 2024.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (IV)

Al aproximarse la quincena de noviembre, se colgó en Internet el estreno absoluto de Qoa Bock, alias ayacuchano de raigambre copada por la electrónica noventera. En concreto, la de esa IDM que rezumaba abundante al promediar una década tan cara a las vanguardias analógico-digitales. Tras el chaplín toma posiciones Joaquín Bock Falconi, joven músico que como buen melómano invoca referentes para nada cercanos a lo que deja entrever su puesta de largo -Joy Division, El Aviador Dro Y Sus Obreros Especializados, Quarteto Jobim Morelebaum, el Cerati solista (el más interesante, pese a/precisamente por ser en suma un esteta del muestreo); entre otros.

Ni bien comienzas a reproducir QATQE, con la obertura hermosamente titulada “Futuro Del Ayer”, las evidencias asoman incontrovertibles. El muchacho es un artesano de melopeas cimentadas sobre lienzos de futurista abstraccionismo, paños que no rehúyen las rugosidades ni los contornos angulosos de éstas, y que aún así se desborda vertiéndose sobre pliegues y asperezas con la ductibilidad del metal líquido. La irreal musicalidad del largo ha sido preñada de una belleza misteriosa mas no impenetrable. “Causa Y Esperanza” se la juega decididamente por el camino que dicta “Futuro...”, aunque se encabrite su poco.

“Concha Toro” padece un cuadro agudo de supresión de pulsos percusivos, quedándose en trazados puramente texturales, lo mismo que “Dios Ocular”. Sin embargo, este último y “Palpa Ser” esconden en sus sobrecejos de “techno al glasé” la pentafónica emotividad azul característica de las infinitas soledades andinas. Es la última vez en QATQE que ese áurico efecto palpita, porque a partir de “Algendoso” Qoa Bock escoge adentrarse en territorios etereogeométricos, trastocándose levemente la fisionomía del debut.

“Algendoso” y “Torcaza”, entonces, se enfocan en el abstract techno ilustrado a pincelazos sueltos, generoso en euritmias insinuadas que consiguen dulcificar la electrónica de matemática rigurosidad. No rebasan, pues, los límites de lo decorativo; a diferencia de “Danzaq”, que media entre ambos y que oscurece grandemente las atmósferas del CD merced a la recurrencia de rasgos mucho más rudimentarios que los hasta aquí empleados. Epiloga Bock Falconi su prometedor viaje inaugural con la inmaculada melancolía de “Taytaky Azulado”, dejando atrás esa poética de la precisión artificial al micrón, que así y todo empieza a invadirle al promediar el tema: primero muy sutilmente, luego en abierta trasgresión para hacerse de las riendas y volverle al redil. Bonito escarceo inicial, lleno de posibilidades, publicado en el BandCamp de QB y en el de SuperSpace Records, que ha contado con los buenos oficios de Brageiki Vega y Carlos Mancha.

Rastreando información sobre Inzul a propósito de las denuncias que por estos días se han hecho públicas contra Ángelo Grijalva, músico de apoyo en directo y otrora integrante de los extintos Incendios Forestales Del Viejo Continente, descubro que Subterráneo data en realidad del año 2014. Al leer algunas declaraciones de Stefano Cedeño Vidal, fundador de la banda, me entero del profundo trabajo de reingeniería que Subterráneo hubo de atravesar para que el grupo quedase satisfecho, antes de lanzarle oficialmente (‘17). En su momento, no pude escuchar el debut del acto, que a posteriori me pareció cumplidor en grado casi excelso.

Medio horóscopo chino después, Inzul da luz verde a su segundo esfuerzo, cuyo resultado es dramáticamente distinto del ofrecido por el predecesor. Si Subterráneo versión ‘17 bebía con fruición y sin complejos del rock alternativo de los 90s y del indie de los 00s, enmarcando el maridaje bajo estrictos parámetros pop y posicionándole paralelamente a algunas cuadras de distancia de gente como Gelatina Magma, Radiopostales o Moldes; Las Cosas Que Nunca Te Dije no se desvía de la ruta sino ocasionalmente, como en los postreros segundos de “Historia De Amor” y sobre todo en el pseudo bolero “Tutorial Para Olvidarme De Ti”. El problema es que aún cuando el paradigma de edificación es el mismo, pierde éste mucho de su fuelle toda vez que en el rubro letrístico y en el de la voz se han abierto las puertas -de par en par, parece- a influencias que no tienen un carajo que ver con las coordenadas que el hoy dúo ha venido fatigando desde hace diez años.

En lo concerniente a las letras, éstas hacen gala de un sentido de la rima a la altura del odioso trap e incluso del repugnante reggaetón. O sea, una mierda. En lo tocante a las vocales, no he encontrado señas que indiquen cambios en el puesto de cantante, por lo que cabe especular acerca de un gravísimo caso de involución respecto de Subterráneo. ¿Retrocediendo hacia dónde? Exacto: hacia los sospechosos ya enunciados. Tenemos un álbum, por ende, que trata de no bajar la guardia en cuanto al sonido: medios tiempos, pop/rock de concepción esmerada, complexión sencilla... Ese mismo tesón, sin embargo, es víctima de un sabotaje que proviene del propio tándem: letras francamente vergonzosas (“...Como Drake Sin Josh/Separados Los Dos...” en “Alma Rota”, “...Tu Amor No Tiene Indicaciones/Y Yo Aquí Escribiéndote Canciones...” en “La Duda”) y una performance vocal cuando menos deleznable, salvo quizá en “Nadie Quiere Como Tú” y en los primeros dos minutos y cuarenta segundos de “Historia De Amor”.

Habría que ponerse a conjeturar cuánto ha incidido en este pésimo movimiento, curiosamente autodenominado como de “migración”, el cambio de alineación de Inzul desde su nacimiento hasta la hora actual. Algo de eso debe haber, porque una cosa es tomar decisiones entre cinco y otra muy distinta hacerlo entre dos -los sobrevivientes son Cedeño Vidal y Renzo Romani. Por cierto, Grijalva sí fue miembro activo de Inzul en su fase quinteto. Posteriormente, se quedó sólo como músico de soporte en vivo. Por fortuna, el binomio se ha desvinculado inmediata y definitivamente de él, ante las acusaciones de misoginia y de violencia contra la mujer.

En los idus del penúltimo mes del ’23, se prensa en acetato Estructura Propuesta Sonido: Piezas Para Instalaciones Y Composiciones Con Notas Al Azar (1972-2017), artefacto que compila algunas instalaciones sónicas de la iquiteña Teresa Burga compuestas durante el período de tiempo ponderado en el subtítulo. El vinilo se ha gestionado en parte gracias a Proyecto AMIL, plataforma suizo-peruana de 14 años de vida que apuesta por creaciones artísticas fluctuantes entre la plástica y la música.

Fallecida en el ‘21 a la longeva edad de 85 inviernos, Burga estudió arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería, carrera que abandonó dos años después para entrar a la facultad de Arte de la PUCP. Su formación básica fue, pues, visual -dibujo y pintura, en esencia. Desde allí dio el salto a los predios del sound art con Arte Nuevo, frente artístico avant garde que empezó a inyectar en el medio peruano las entonces nuevas tendencias vanguardistas. La artista era, además, una pionera en lo relativo a intervenciones multidisciplinarias que interrogasen el rol/la condición/el sentir de la mujer en una sociedad que aún estaba lejos de incluirla seriamente.

Cada uno de los cinco surcos considerados en el esférico curado en comandita con Buh Records procede de algún registro, alguna exhibición museográfica, algún encargo de/a terceros -como es el caso de “Borges”, readaptado como score por Jan Diego Malachowski en el ‘15 e interpretado para la ocasión (‘17) por los argentinos Alan Courtis y Alma Laprida. Cada uno atestigua no sólo la asimilación teórica de las “nuevas direcciones” propugnadas por colectivos como Fluxus o por las hornadas de compositores electroacústicos de avanzada que el siglo XX vio germinar entre los 40s y los 70s, sino principalmente su efectiva puesta en práctica. “Estructura Informe Corazón” y “Mensaje 4”, por ejemplo, se sirven de latidos cardíacos pregrabados y la agreste estática televisiva. Por otra parte, aunque las dos versiones de “Estructura Propuesta Sonido I” se han visto reelaboradas a partir de guitarras acústicas, evaden caer en melodías convencionales aproximándose a la atonalidad de unos, digamos, Gastr Del Sol. Lo mismo vale para la voz en el caso de la fechada en 2015.

Sonidos trastocados interviniendo soportes físicos y medios de reproducción, sí, pero también experimentos asimétricos y síntesis performativas con las reverberación y modulación que prometían formatos entonces no lo suficientemente explorados (como la cinta magnética). Las grabaciones salvaguardadas por Estructura Propuesta Sonido... son, dada su antigüedad, muy adelantadas a su época. Por desgracia, yo, habitante de un presente muchos decenios posterior; no puedo evitar sentir cierto tedio al escuchar una vez más el contenido de la rodaja, que ya me suena a repetición, a coartada fácil, a cliché (así y todo la info me indique lo contrario). Ése es el principal hándicap de la arqueología sonora: en su afán por repescar grabaciones valiosas, rara vez sabe cuándo detenerse y acaba recuperándolo todo, incluso lo malo -cf. el Anthology beatlesco.

Me imagino que Teresa Burga tiene todavía una obra extensa esperando a ser adecuadamente restaurada y reeditada. Y no sé qué tan representativa de sus virtudes sea esta compilación. Aún en el caso de que lo fuera, se me hace imposible dejar de fruncir el ceño y detener la mueca de hastío que aflora en la comisura de mis labios.

Paradigmas Frecuenciales (I) había dejado irresoluta la cuestión sobre si la serie de Chip Musik que aperturaba se volcaría hacia incursiones cortas o hacia las de largo recorrido. Eyectado el 14 de diciembre, Paradigmas Frecuenciales II mantiene abierta la interrogante, si bien el fiel de la balanza lo desnivela en favor de las primeras -sus cerca de 13 minutos confirman la clasificación de single, o en todo caso la de “three-way single”, bajo la que se le ha liberado.

El sencillo se arma con el concurso de Yume Station, Galactic Seed y Alcaloidë. Abre fuego la arequipeña Karen Huacasi, que con Yume Station ha dado sobradas pruebas de una mano exquisita para la estética glitch y el uso de clicks’n’cuts. El ambient minimal de “Torner Vermell” se atempera emulsionando ritmos microscópicos y quebradizas armonías de music boxes, lo que facilita su trasvase hacia la indietrónica. Un camino interesante, que la mistiana podría explorar -y que llevaría eventualmente a Yume Station a elevar la media de su producción editada.

En los últimos años, el post IDM de Galactic Seed venía recorriendo en paralelo los senderos del braindance,   subgénero   de   hardcore   breakbeat   anterior  a la génesis  del  modelo drum’n’bass -algo así como breaks doblados en velocidad y fermentados al amparo del techno detroitino. De ahí que “Eclipse De Sonido” haya sorprendido a propios y extraños: carente de cualquier rastro de espina dorsal/secuencial, Oscar Cirineo propone aquí emocionados bocetos de ambient digital aupando una senescente melodía que apunta al futurismo distópico. Si bien el color es distinto del utilizado por Yume Station, las rutas confluyen.

Lo de Alcaloidë, en cambio, va en la línea de lo ya mostrado por este a.k.a. de Alexander Fabián. Posicionado en las entrañas de las máquinas, Alcaloidë se dedica a disparar ruido binario aleatorio, ¿interpelado? por dropeos y castigado por borborigmos cuasi industriosos. Pudiera parecer que este tumultuoso huayco de caóticos fárragos dirime al arribar a su ecuador, cuando asoma cierto orden, pero después de un rato a lo único que se asemeja este pandemónium de ritmos crujientes y ensordecedores es a una improbable superposición de koans dionisíacos y surrealistas. Para libre descarga desde el parterre de la discográfica emblema del shoegazing y de la IDM peruchos.

Hákim de Merv

jueves, 22 de febrero de 2024

Ruri: Ruri Demo (EP) // Troek: Intitulado // Prado: Overload EP // Sofia Kourtesis: Madres

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de febrero de 2024.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (III)

Un tanto elusivos -cuando no tímidos- los chicos de Ruri. Formada en el ‘22 la banda, que se define a sí misma como “post pandémica”, ésta sólo condesciende a una cuenta en Instagram que provee de muy limitada información. Hay un poco más de chicha en la cuenta BandCamp, básicamente referida a los géneros que le sustentan, por lo que habrá que seguir acreditando a los integrantes usando sus nombres de pila: Rodrigo (primera guitarra), Yamile (Olivas, voz y segunda guitarra), José (baquetas) y David (Acuña, bajo).

Da la impresión de que Ruri -“desde adentro” o “del interior”, en quechua- últimamente se ha venido fogueando mucho en directo, habida cuenta de los recientes comentarios entusiastas que ha captado el radar. No he tenido todavía ese placer, aunque sí les he escuchado su primera publicación (29/12), que responde al escueto nombre de Ruri Demo (EP). Son en total cuatro cortes, compuestos y grabados por el grupo, que respiran entre el noise rock de los segundos 80s y el cajón de sastre alternativo de los primeros 90s. Obvio, se permiten un par de veces traspasar los propios límites.

La prueba palmaria de esa inquietud por probar otros sabores es “Héroes Muertos”, apertura del registro. En ésta su principal carta de presentación, el cuarteto le hinca el diente al primigenio dark rock con una performance espléndida. Yamile imposta su voz como emulando a la de Siouxsie Sioux para entonar bonitas figuras literarias del tipo “Santos Que Emergen En El Aire” y “Templos De Naipes Que Crecen Destrozados”, mientras el resto del line up luce contundente. Igual de formidable es “La Bomba”, si bien aquí el lúgubre input se disuelve adicionando guitarras más noventeras -la curiosa conjunción me hizo pensar durante breves instantes en el Porno For Pyros del debut (o en el unigénito mini-álbum de Psi Com).

De otro lado, “And I Try” y “Fucking Teenagers” son demostraciones de lo bien que le sienta a Ruri adherirse al output del modern rock. De hecho, se le percibe más en su medio ambiente natural que cuando recula al decenio anterior. No experimentan ni con la singladura ni con la discografía de la época para practicar ingeniosas vueltas de tuerca, algo perfectamente válido por dos razones: 1) lo suyo no es la experimentación, y 2) la “maqueta” vibra con esa energía característica de quien compensa falta de experiencia con toneladas de lúcidas furia y juventud. Interesante arranque, al que sólo opongo un reparo -el bajo necesita chambear ingentes horas extra.

Bastante peculiar la puesta de largo de Troek, identidad que asocia a Alfonso Noriega (El Otro Infinito, Puna) y a Jorge Rivas (Ionaxs, Philkophillips, Puna), de la que ya habíamos paladeado una muestra de su accionar en el lado B de Seven 7’’. Allí anida “Primer Mensaje Desde La Niebla”, masa noisica en combustión espontánea que se angosta crispada por fantasmales progresiones electrónicas. Existen en el LP muchos indicios de (in)armonías isomorfas, si bien los hay también muy distintos en el curso de sus 30 minutos.

Y es que parece agitarse en Intitulado una urgencia por recalcar los contrastes, por atizar los contrapuntos. En una esquina, son acogidos surcos susceptibles de asimilarse a los rasgos de “Primer Mensaje...” (también incluido aquí), como el número titular, el cegador audioextremismo de “Reminiscencias” y sus programaciones en fase larval, el luminoso éter binario de “Miles De Cuerdas” y sus picapedreras pulsaciones percutantes... En la otra esquina, tracks mucho más despojados de la obsesión por el Volumen, como las lluviosas líneas de feedback de “Un Hoyo De Sombra En El Techo” y su ausencia de secuencias, o la brumosa cajita de música que encarna “Cassette Del Ático”. Cierto, no hay motivos para afirmar proporción equitativa alguna, o al menos un timing reconocible, que fomente esos contrapesos. Éstos igual acaecen, empero.

Encuentro que lo más valioso de disco y proyecto es el acopio de géneros de que se sirven para bordar una obra repleta de ambientaciones contingentes y resonantes landscapes surrealistas, llena de lóbrega arquitectura sónica y de enigmáticos onirismos. Mejor aún, el logro definitivo de Troek radica en la redefinición de estos mismos géneros para terminar siendo fagocitados por dos grandes bolsones de estéticas hegemónicas en la placa: la de un ambient en continua polución/degradación, y la de una suerte de bliss out que se debate entre la hidrólisis y la condensación. La electrónica experimental, el minimalismo, el dark ambient, la drone music: tarde o temprano, estos códigos son forzados a acelerar su cariocinesis para evolucionar y caer bien en un campo, bien en el otro. A veces, en los dos.

No queda mucho más por decir de este Intitulado. Sus voces, sus teclados, sus disonancias; tienen un efecto evanescente. Pese a ello, esta característica se pierde rápido en el horizonte cuando el canal se agita con la distorsión de sus componentes. El CD se conmociona, entonces, bajo el trauma de estos cataclismos continentales que se salen de escala. Con cuadros así de contradictorios, deconstruyendo sin cesar el perfil del binomio, ¿hay algo que quede indemne, de lo cual partir? Sí: la impresión subjetiva del/de la escucha. Para free download, como siempre desde los bytes de Chip Musik.

Gracias a Machines EP, me topé con la arrebatadoramente insolente música del joven maese Nicolás Prado. Algo tarde, eso sí: en el extended, primera referencia para una escudería de renombre (Buh Records), el avezado retoño de Andrés Prado y Paloma La Hoz se revelaba como paradigmático nativo binario que había absorbido -con prestancia y entusiasta voracidad- las soberbias lecciones impartidas desde las vanguardias electrónicas de fin-de-siècle​.

En comparación con el antedicho título (sale en noviembre del ‘22 y lo reseño ocho meses después), ahora pesco más pronto Overload EP (diciembre), de nuevo respaldado por Buh. Con enorme satisfacción, compruebo que lo de Prado se mantiene firme en cruzada mega-distópica y ominosamente cyberpunk hacia la consolidación de lo que él mismo ha catalogado como “webcore” -término bajo el cual el individualista tritura noise digital, ambient emponzoñado, IDM de espectro sórdido y artcore delirantemente maníaco.

Verifico, asimismo, que el énfasis del EP extiende la hegemonía del breakcore que Prado mostrase en el episodio anterior. “Lost Data” es una pista que abreva en el imaginario apocalíptico del intelligent techno más oscuro, y sin embargo no hace falta escarbar gran cosa para encontrar un ritmo roto abriéndose paso por entre su médula. En “Malfunction”, en cambio, no hay rastro de junglismos. Desde “Particle Collision” y hasta que finalice el extended, el drum’n’bass en modalidad bersek no se ausentará ni medio minuto.

El breakbeat disparado a mil por hora de la fugaz “Hysteria” y sobre todo de “Particle Collision” remite ciertamente a los gloriosos días del techstep, cuando su mecánica era descrita como “mitosis del sonido” -y de hecho, los bpms en Overload EP sugieren la velocidad devoradora de una asesina metástasis agresiva. En el epónimo asalto de cierre, por otra parte, volvemos a hacer frente a una mixtura similar a la de “Lost Data”; de proporciones equivalentes, siendo la IDM la más pintada, pero donde el jungle se niega a desaparecer. Epílogo cumplidor para un artefacto bastante más corto que el anterior -apenas 11 minutos y sencillo, mi único reclamo.

Muchas cosas pueden escribirse sobre Sofia Kourtesis, ahora que la peruana residente en Alemania de padre griego ha cosechado mayor reconocimiento a propósito de Madres (‘23). Podría alegarse que no es éste realmente su estreno en 33 rpm, ya que ni Sarita Colonia (‘19) ni Fresia Magdalena (‘21) ni su epónimo registro (‘19) son de corta duración, ni mucho menos llevan incorporada -implícita o explícitamente- la clasificación “EP”.

Podría deliberarse igualmente si lo suyo es el mero diletantismo house, o si abraza el hechizo marca Chicago y derivaciones premunida de auténtica convicción. O si en el revuelo que ha causado tras su aparición (This Is It EP, ‘14), jugó papel no menor su linaje, “exótico” a ojos de la prensa sonora del Primer Mundo. Cualesquiera sean las polémicas desarrolladas a partir de tales preguntas, hay una circunstancia imposible de poner en entredicho: a saber, que Madres se ha editado -lo mismo que el extended homónimo- gracias a los buenos oficios de Ninja Tune, la legendaria plataforma independiente fundada por los Coldcut entregada en cuerpo y alma al evangelio del trip hop y del scratching. Que ello ocurra con una artista como Kourtesis habla a las claras de lo flexible que ha devenido la filosofía de los Atunes Ninja con el correr de los años.

A decir verdad, Madres, y por extensión toda la producción de la DJ disponible en Internet salvo Spotify; me remite al celebrado Café Inkaterra (‘04) de Miki Gonzáles. “¡¡¡¿¿¿CÓMO???!!!”. Sí: no porque la música de Sofia se asemeje a la que vertiese Gonzáles en el volumen con que se ¿“reinventó”? como músico electrónico, sino porque Madres es un plástico resultón. Tiene accesibilidad y pegada, es efectivo en traducir los descubrimientos del house y variantes a formatos netamente pop, sus melodías gestionan con estoicismo los densos estados de ánimo que la autora atravesó durante el período de composición -dominados por el delicado estado de salud de su progenitora, diagnosticada con cáncer cerebral.

Madres es, pues, un disco de puntos medios. Estructura ósea, tendones y cartílagos llevan indeleble el sello del house; mientras que el ADN de su carne, de su sistema linfático y de sus órganos es compatible con el four-on-the-floor que saltó a conquistar el mundo desde la Ciudad de los Vientos. Si “Moving Houses”, por ejemplo, es un lento infestado de scratch y privado del más elemental armazón de beats; “How Music Makes You Feel Better”, “Habla Con Ella” y “Funkhaus” tienen enredadas las genealogías del tech house y del big beat. Si “Madres” y “Si Te Portas Bonito” coquetean con las cepas chill y acid sin renunciar a la mirada pop, en “El Carmen” la peruano-griega se deja seducir por la musicalidad afroperuana, asistida por Miguel Ballumbrosio y “patrocinada” por el sampleo de “Beto Kele (Nosotros Somos)” de Novalima. Si en “Estación Esperanza” el gravoso bombo se revela más funk que nunca (incluyendo a Manu Chao, que aquí está SAMPLEADO, no participando de), en “Cecilia” los golpes uptempo y los claps se sienten más cerca de un cóctel disco-soul.

Rodaja resultona, entonces. Funciona tanto para perderse dentro suyo como para utilizarla de soundtrack realizando cualquier labor física. Rescato asimismo las sinceridad y transparencia de Sofia, quien se abre y expone en cada uno de los diez rounds de Madres. Simpático esférico, con no pocos pasajes in extremis radiantes.

Hákim de Merv

jueves, 15 de febrero de 2024

Manongo Mujica: Ritual Sonoro Para Ruinas Circulares // The Spiracles: Between The Devil And The Deep Blue Sea EP // Chino Burga: Geografías Geométricas Vol. 3 // El Otro Infinito: Siempre Hay Aves EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de febrero de 2024.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (II)

Reseñando Territorio Del Eco: Experimentalismos Y Visiones De Lo Ancestral En El Perú (1975-1989) (‘21), señalé la contribución de Manongo Mujica -“Invocación”- como de lo más rescatable en el marco de una compilación floja y reiterativa. El asunto no quedó allí: del veterano percusionista, dije que era “...un músico excesivamente inflado para mi gusto”. No habiéndole apreciado en facetas más o menos ajenas a las del pop contemporáneo, desde que leí una entrevista suya en Somos el tipo me cayó re-quáker.

No me ha urgido la menor necesidad por desdecir esas palabras hasta ahora. Si bien Buh Records recuperó su Paisajes Sonoros (‘84) junto a Douglas Tarnawiecki, el LP se me hizo insufrible (acaso por una magra restauración del registro). Mucha mejor impresión me dejó Paracas Ritual (‘20), aunque ahí Mujica tampoco estaba solo (el noruego Terje Evensen fue invitado para la ocasión). Ritual Sonoro Para Ruinas Circulares, sin embargo, es otra cosa.

Publicado por Buh en noviembre, según la sumilla de presentación Ritual Sonoro... tiene su génesis en 1974, en una visita a las ruinas de Sechín. Posteriores inspecciones no sólo al complejo de Casma, sino también a otros similares, fueron moldeando la fascinación del hoy septuagenario por los desiertos de la costa norte peruana y los centros ceremoniales que allí resisten todavía el paso del Tiempo. El proyecto recién cobraría impulso tras la lectura de “Las Ruinas Circulares”, extraordinario cuento del inmortal Jorge Luis Borges integrado en Ficciones (1944).

Difícil comentar separadamente los asaltos de que se constituye el acetato. Casi todos entrelazados unos con otros, es más pertinente optar por la evaluación general. Una que pondere las grecas étnicas y tribales con que Mujica orla Ritual Sonoro... de principio a fin: tambores ceremoniales, vientos rituales, dramáticas cuerdas sublimadas (“Descubriendo El Sonido Del Paisaje Del Norte”), sonidos de la naturaleza asimilados y reposicionados (el canto de la cuculí de “Ritual De Escucha Circular”, el océano muriendo en la playa de “Obertura Para Las Aldas”)...

El opus no alcanza los cuarenta minutos y ése es otro acierto que se agradece. Casi concebido como tour de force y circunscrito a un detallismo de monocromático talante, no requiere el hipnótico influjo de RSPRC extenderse más allá de lo justo. Mantener ese logrado clima mezcla de misterio, desolación, majestuosidad y asombro; no es tarea fácil cuando se tienen por herramientas un jembe y cellos, congas y un cajón, un hang drum y sonajeros, así como ocasionales sonoridades electrónicas de austera decoración ambient (cortesía otra vez de Evensen).

Me sigue cayendo pesado Manongo Mujica, si bien ya no como antes. Al menos he dejado de pensar que es un músico excesivamente inflado. Bueno, un poquito quizá.

Retorna The Spiracles a la palestra a través de un breve muestrario que repesca material en formato simple eyectado a lo largo del ‘23, así como “Suburbios” -su celebrado sencillo del ‘22- y dos nuevas tomas de canciones no tan nuevas. Colgado el primero de diciembre, Between The Devil And The Deep Blue Sea EP remata de esta guisa esa suerte de espiral que ha llevado al grupo por las rutas del shoegazing, del indie y del pop a secas; recalando (¿finalmente?) en remanso equidistante desde el cual alimentarse por igual de esas fuentes.

Dada su índole recopilatoria, no es menester subrayar ningún concepto detrás, aunque sí cierta homogeneidad -e incluso guiños varios quién sabe cuán intencionales. Abre el extended “The Runaway”, 45 rpm virtual lanzado el último 28 de abril, en sociedad con Phoebe Condos (Mar De Copas). Sin ñisca de distorsión, la ascendencia de “The Runaway” es esencialmente pop, con evidentes vasos comunicantes hacia su igual de los 80s -y hasta remanentes de éste que ganaron la madurez en el curso de los primeros años de la década subsiguiente (léase The Ocean Blue). De relegada presencia en “The Runaway”, los delays y reverbs son más frecuentes en “Rainfoxes”, al alimón con la estonia Possimiste, residente en Islandia y cultora de eminente pedigrí etéreo: la melancolía pop del baggy inunda el single, lo mismo que la delicadeza del indie más diáfano facturado en este siglo.

De ”Suburbios Raros” y el concurso de la italo-chilena Sabina Odone (ex Supernova), ya he hablado anteriormente, por lo que te remito a la reseña correspondiente -sólo añadir que va muy en la línea de “Rainfoxes”. Sin mediar indicación alguna, “If I Let Go” se abre paso en el extended como la lectura definitiva del demo liberado en abril del ‘17: basta comparar ambas versiones para darse cuenta de ello. “If I...” muestra mucha más elasticidad que sus pares en cuanto al tempo, y una mayor decisión de aprovechar el pantone del dream pop, como lo compruebas al saborear su agridulce sabor (algo así como el lado “sad” de Swallow enyuntado a la reciedumbre de  Chapterhouse).  Rubrican el surco  las  magníficas  vocales  de Romina Roggero -quien siempre me ha parecido una tremendísima cantante, desde los días en que la manyé en Dispositivo Sueños.

Finaliza el EP una remezcla de “Almost Everything” a cargo de Juan Esquivel a.k.a. Nolag, quien ya ha hecho lo propio con varias creaciones del ahora dúo fundado por Luis Alberto Rodríguez y Enrique Medina. En realidad nunca presentada su toma final, ya habíamos escuchado un ‘Alternate Mix’ del track interpretado por Aracelli Fernández. Nolag le da cierto realce a este despliegue shoegazing de énfasis pop y dotado de una ágil percusión digital. Todo muy bien. Sólo que aguardamos hace rato un largo verdaderamente nuevo -como se suele decir, “con todas las de la ley”- de The Spiracles. La espera ya se está tornando plomífera.

Originalmente planificado para marzo del ‘24, Miguel Ángel Burga adelantó el tercer tomo de su saga ‘Geografías Geométricas’ para el penúltimo día del ‘23. Aunque las razones de este apremio no han sido explicitadas, éstas saltan a la vista: bajar el telón de aquello que desde un inicio se concibió como trilogía, y hacerlo en el curso de un año. Honra así el experimentado músico la palabra empeñada a la alemana Midira Records, que dispone todas las partes del tríptico en modo free download.

Con el apu Huarán (2925 m.s.n.m.) dominando la portada, Geografías Geométricas Vol. 3 comporta una pequeña pero importante mutación respecto de sus dos predecesores. Como antes, la guitarra conserva la hegemonía en el taller de artesanías ambient desde el que Burga ha labrado y montado estos subterfugios aurales de bifrontismo plutónico-sideral. En tal sentido, las leguas de travesía adornadas de ingrávidos motivos geogónicos no sugieren ninguna metamorfosis que encumbre a ”Transmutación Del Sol”, “Eterno” o “Transmutación Al Sol” por encima de sus ascendientes.

No obstante, las tres paradas del CD han sido socavadas por imperturbables programaciones de variopinto tempo, al punto de hacer surgir en todo el vastísimo repertorio de Miguel Ángel las primeras composiciones con las que se podría uno/a arriesgar a mover un poco el cuerpo -opinión que el propio limeño aventura. Dicha modificación practicada, se verá más adelante, complota para redefinir más o menos drásticamente el imaginario invocado por ...Vol. 3.

En “Transmutación Del Sol”, por ejemplo, las secuenciaciones irrumpen en estado embrionario antes de los dos minutos. Para los cuatro, ya han germinado y desarrollado, nimbando al round de sabor a vieja electrónica bruscamente actualizada. Ello, a pesar de cada tanto contener dichas síncopas estructuradas la respiración algunos segundos. En “Transmutación Al Sol”, por contraste, un ritmo más sosegado y constante puede reclamarle a la memoria los días inmediatamente posteriores al nacimiento de la IDM; cuando ésta apenas si daba sus titubeantes primeros pasos.

“Eterno”, en tanto, reconduce los tempos de su percusión sintética hacia las revoluciones de “Transmutación Del Sol”. Conforme el latido se afianza, se siente un cierto acercamiento al techno. Acaso por su “brevedad” -siete minutos, contra los 17 y 21 de sus antecesores-, aquí se constata cuán decisivo es el empleo de programaciones maquinales para trastocar por completo el semblante de pistas que no difieren mucho de las propuestas en los anteriores volúmenes, cómo alcanza éste a modificar la percepción e incluso alterar las imágenes que la mente hace comparecer a su estímulo. Conceptos de astrofísica como “filamento cuántico” y el teórico de “cuerda planetaria” reemplazan a las impresiones sísmicas y orográficas de ...Vol 2 y ...Vol 1; renovando aires, vapores y humores en la entrega final de la tríada geográfico-geométrica de Burga.

Costumbre instaurada hace algunos años, Alfonso Noriega edita nuevo EP nada más trasponer la veintena de diciembre, a 72 horas de la Nochebuena. No es, por ende, una sorpresa que El Otro Infinito diga presente a poco de cerrarse el almanaque; pero sí que lo haya hecho con un trabajo que le mereció ser admitido en más de un recuento anual, a pesar de saltar al gramado en los que vendrían a considerarse “los minutos de descuento”. Máxime si ha rankeado en listas generales, por encima de su condición de extended.

Los cuatro canales de Siempre Hay Aves EP renuevan el rostro de un unipersonal que trashuma los caminos de la electrónica cosecha 90s más próximos a la pura expresión estética. Suelen ser éstos muy abstractos y tender hacia fisionomías impertérritas, por lo que cortes como “Cuando No Estás”, “Abril” y “13D10” pueden saludarse como inyección de vitalidad que dota a EOI de unas emotividad y calidez prácticamente inéditas en su background.

Empieza el viaje “Abril”, cuya aguja imantada apunta como siempre hacia territorios post IDM. A despecho de un primer minuto sin mayores variantes, en adelante esa electrónica un tanto parca se enciende hasta iluminar el firmamento merced a su ultrasensitiva melodía llena de sentimiento y emoción. Esto, sin abordar discursos digitales igual de conmovedores como la indietrónica. Pistoletazo de salida semejante posee “Cuando No Estás” en lo que atañe a coloración, aunque el insólito ingreso de una guitarra acústica y la pulcra voz de Andrea Halley -quien ya ha colaborado antes con el surcano en su EP del ‘22, No Nos Rendimos- rompe el hechizo y catapulta a Noriega ahora sí por derroteros afines al género de Lali Puna y de Dntel, sobre una controlada secuencia de potentes beats.

Inicia la declinación del extended “13D10” y su minimal despegue de visos intencionalmente rudimentarios. Esa disparidad produce un agradable efecto vintage, sin abandonar el filo cálido y apacible que Alfonso ha impreso sobre el EP. Después de un rato, “13D10” se ve engullido por lo que parecen cientos de overdubs practicados desde los teclados y la consola de programaciones. En lindes paralelos discurre “Volver A Cero” en cuanto a la rusticidad, esta vez de la secuencia rítmica. Su ornamentación brilla, así y todo, al pasar el ritmo a segundos planos ante la preeminencia de la guitarra de palo, con esa flama de encendidos efluvios violáceos que expele todo el esférico.

Excelente extended que sumar a la discografía asaz fecunda de El Otro Infinito, que recién en este ‘24 cumplirá su primera década de existencia artístico-resiliente. Un corto que ha contado con colaboradores de lujo -empezando por Nolag en masterización, pasando por Rolando Apolo en el arte de portada y la ya mencionada Andrea Halley, y terminando por el gran Mario Silvania, artífice de la prodigiosa realidad virtual que erige en torno Siempre Hay Aves EP (el productor, en cristiano). Difunde Chip Musik.

Hákim de Merv